Introducción a cómo redactar un contrato de desarrollo de software
Si tu empresa tecnológica internacional ha desarrollado un software y planea comercializarlo en España, es fundamental contar con un contrato de desarrollo de software sólido.
Un contrato de desarrollo de software bien redactado establece claramente los términos del proyecto, protege la propiedad intelectual de tu producto y brinda seguridad jurídica a tu negocio frente a posibles conflictos.
En el entorno legal español, donde el software se considera una obra protegida por derechos de autor, omitir cláusulas esenciales podría dejar a tu empresa expuesta a riesgos innecesarios.
A continuación, explicamos de forma clara y con base jurídica los aspectos clave que debes incluir en este contrato para garantizar la protección legal de tu empresa al desarrollar o adaptar software en España.
Alcance del proyecto y especificaciones claras
Definir detalladamente el alcance del proyecto es el primer paso para un contrato efectivo.
Debes describir qué se va a desarrollar, con qué funcionalidades y en qué plazos.
Según expertos legales, “es imprescindible definir el objeto del contrato y hacer una detallada descripción del programa que ha de realizarse”, incluyendo anexos técnicos si es necesario.
Una descripción minuciosa del software (módulos, características, integraciones, plataformas compatibles, etc.) evitará malentendidos.
Incluye también los entregables y plazos de cada fase.
Establece un calendario con hitos de entrega (por ejemplo, prototipo, versión beta, versión final) y fija fechas límite para cada uno.
De esta manera, ambas partes pueden monitorear el progreso y verificar que el desarrollo cumple con los requisitos.
Detallar los plazos por escrito brinda a tu empresa una base objetiva para exigir cumplimiento o activar remedios si hay retrasos.
Es igualmente importante señalar qué quedará fuera del alcance.
Especifica las funcionalidades o tareas que no están incluidas en el proyecto para evitar expectativas no acordadas.
Por ejemplo, si el proyecto es desarrollar una aplicación móvil, puedes aclarar si el contrato no incluye el mantenimiento posterior o ciertas integraciones futuras no contempladas inicialmente.
Definir estas limitaciones del alcance previene exigencias inesperadas al desarrollador una vez iniciado el trabajo.
Por último, incorpora un procedimiento para solicitudes de cambio.
Durante el desarrollo de software es común que surjan modificaciones o nuevas funcionalidades deseadas.
El contrato debe establecer cómo se gestionarán estas solicitudes de cambio: cómo se solicitarán y aprobarán, cómo afectarán al cronograma y cuánto podrían costar en caso de exceder el alcance original.
De este modo, si tu empresa necesita ajustes durante el proyecto, ambas partes sabrán cómo proceder sin generar disputas.
Ejemplo práctico: Imagina que tu empresa contrata a un desarrollador externo para crear una plataforma e-commerce. Si el contrato define claramente que el alcance incluye un sitio web con X características y excluye expresamente el desarrollo de una app móvil, tu empresa podrá rechazar legalmente cualquier exigencia de desarrollar también una app sin incurrir en costes extra, a menos que se negocie una ampliación del contrato.
Cesión de derechos de autor y propiedad intelectual
Proteger la propiedad intelectual de tu software es crítico, especialmente para una empresa extranjera que invierte en desarrollo en España.
En el contrato se debe especificar quién será el titular de todos los derechos del software una vez finalizado el proyecto.
Lo habitual (y más seguro para la empresa que encarga el desarrollo) es pactar que el desarrollador cede todos los derechos de explotación del software a tu empresa.
Esta cesión de derechos de autor debe ser expresa y por escrito, incluyendo todos los derechos patrimoniales (reproducción, distribución, transformación, comunicación pública, etc.), de forma exclusiva, para todos los países y por el máximo tiempo que permita la ley.
Así, tu empresa será la propietaria legal del software y podrá explotarlo comercialmente sin restricciones.
Ten en cuenta que, bajo la legislación española, el autor del software (quien programa) es inicialmente el titular de los derechos de autor, incluso si tu empresa le ha contratado.
El software se considera por ley una obra literaria, que confiere derechos morales y patrimoniales al autor.
Solo en el caso de desarrolladores asalariados internos existe una presunción legal de que los derechos de explotación pertenecen al empleador. Pero si recurres a un proveedor externo o freelancer, esa presunción no aplica.
De hecho, la jurisprudencia advierte que encargar la creación de un software no implica automáticamente la adquisición de sus derechos legales por parte de la empresa contratante. En otras palabras, pagar por el desarrollo no te convierte en dueño del código si no está pactado.
Por ello, es vital incluir en el contrato una cláusula donde el desarrollador cede a tu empresa todos los derechos de propiedad intelectual sobre el programa creado.
Al redactar la cláusula de cesión, asegúrate de que incluya el código fuente del software.
Sin acceso al código fuente, tu empresa no podría modificar ni evolucionar el programa en el futuro sin el desarrollador original.
También conviene pactar la entrega de la documentación técnica y manuales, ya que la ley equipara la protección de la documentación preparatoria a la del propio software.
Debes saber que en España los derechos morales (como el reconocimiento de la autoría) son inalienables, por lo que el desarrollador siempre será autor a efectos morales.
No obstante, puedes incluir que el desarrollador renuncia en la medida de lo posible a ejercer sus derechos morales (por ejemplo, a retirar la obra o a exigir aparecer en los créditos) para evitar interferencias en la explotación comercial.
En algunos casos especiales, tu empresa podría aceptar que el desarrollador no ceda completamente los derechos pero otorgue una licencia de uso muy amplia.
Hablaremos de licencias a continuación, pero como regla general, para proteger a tu empresa es preferible obtener la titularidad plena de los derechos.
Esto te permitirá usar, vender, sublicenciar y modificar el software libremente, incluso si la relación con el desarrollador termina.
Advertencia: Asegúrate de que la cesión de derechos esté firmada por el desarrollador.
En España, la transmisión de derechos de autor debe constar por escrito.
Si esta cláusula falta o es ambigua, podrías descubrir que el desarrollador (o su empresa) reclama derechos sobre el software, impidiéndote comercializarlo libremente.
Peor aún, podría vender el mismo código a un competidor.
Proteger la propiedad intelectual en el contrato evita disputas costosas y asegura que la inversión de tu empresa en I+D quede salvaguardada.
Licencias de software y uso del código
La sección de licencias en el contrato establece cómo podrá utilizarse el software y bajo qué condiciones.
Si has pactado una cesión total de derechos a favor de tu empresa, entonces tu compañía será la propietaria y no necesitará una licencia adicional para usar el software (ya que todos los derechos explotan al cliente).
Sin embargo, puede haber situaciones en las que en lugar de una cesión absoluta, el desarrollador otorgue una licencia de uso del software a tu empresa.
Esto ocurre, por ejemplo, cuando el proveedor utiliza componentes preexistentes propios o software de terceros en el proyecto y solo puede licenciar su uso, no ceder la propiedad.
En caso de optar por una licencia, asegúrate de que sea perpetua, irrevocable, mundial y, preferiblemente, exclusiva para tu empresa.
Una licencia exclusiva impedirá que el desarrollador use el mismo código para otros clientes en tu mismo sector o territorio, protegiendo tu ventaja competitiva.
Detalla también si la licencia permite a tu empresa modificar el código fuente o crear obras derivadas; esto es importante si deseas personalizar o evolucionar el software internamente en el futuro.
Si la licencia no es exclusiva o no permite modificar, podrías quedar a merced del desarrollador para cada cambio.
Es crucial abordar el tema de las librerías, frameworks u otros componentes de terceros.
El contrato debe obligar al desarrollador a declarar qué componentes no originales incluirá y bajo qué licencias están.
Por ejemplo, si se utiliza software de código abierto (open source), conviene especificar que solo se emplearán componentes con licencias compatibles con el uso comercial que planeas.
Algunas licencias open source (como GPL) podrían imponer que tu software resultante deba distribuirse también como código abierto, lo cual podría ser incompatible con tus intereses comerciales.
Por tanto, incluye una cláusula que prohíba usar software de terceros sin autorización de tu empresa, o al menos que exija que cualquier componente externo tenga licencias que no comprometan la explotación de tu producto.
Además, el desarrollador debe garantizar que tiene derecho a usar y sublicenciar a tu empresa esos componentes, y asumir responsabilidad si resulta que algún módulo infringe derechos de terceros.
Resumiendo, ya sea mediante cesión de derechos o mediante licencias amplias, el contrato debe dejar a tu empresa con pleno derecho de explotar el software sin ataduras.
Evalúa cuidadosamente qué modalidad te conviene en función de la negociación con el proveedor, pero siempre priorizando la protección de tu inversión tecnológica.
Confidencialidad y protección de datos
Durante el desarrollo de software, tu empresa probablemente compartirá información sensible con los desarrolladores: ideas de negocio, algoritmos, bases de datos de clientes, estrategias, etc.
Para resguardar estos secretos empresariales, el contrato debe incluir una sólida cláusula de confidencialidad (un NDA, Non-Disclosure Agreement).
NDA o Non-Disclosure Agreement
Esta cláusula obliga a ambas partes (especialmente al desarrollador y su equipo) a no divulgar ni usar indebidamente la información confidencial que obtengan durante el proyecto.
Debe abarcar no solo el código fuente y documentación del software, sino también cualquier dato comercial, lista de clientes, credenciales de acceso o material sensible al que el desarrollador tenga acceso.
Estipula que la confidencialidad se mantiene incluso después de terminado el contrato, por un periodo prolongado o indefinido.
Así, aseguras que, finalizado el proyecto, el proveedor no revele detalles técnicos o estratégicos de tu software a terceros o competidores.
Cláusula de no competencia o exclusividad
Relacionado con lo anterior, es frecuente pactar también compromisos de no competencia o exclusividad durante el desarrollo.
Por ejemplo, puedes acordar que el desarrollador no trabajará simultáneamente en un proyecto similar para un competidor directo.
Incluso se puede establecer que, por un periodo tras la entrega, el proveedor no desarrollará un software idéntico para otra empresa en el mismo sector.
Esto protege a tu empresa de que el know-how impartido al desarrollador se use para beneficiar a la competencia.
Hay que tener en cuenta, no obstante, que las cláusulas de no competencia han de ser razonables en duración y alcance para ser válidas en España.
Protección de datos personales
Otro aspecto vital es la protección de datos personales.
Si el proyecto implica manejar datos de usuarios finales o clientes (por ejemplo, información de personas en una base de datos), el contrato debe exigir el cumplimiento de la normativa de protección de datos, especialmente el RGPD (Reglamento General de Protección de Datos) de la UE y la ley española vigente.
Incluye una cláusula donde el desarrollador se compromete a cumplir con dichas normativas y, si actúa como encargado del tratamiento de datos por cuenta de tu empresa, que firme un acuerdo de encargado del tratamiento conforme al artículo 28 del RGPD.
Esto asegurará que los datos personales se traten con las medidas de seguridad adecuadas y solo para las finalidades del contrato, evitando sanciones.
Ejemplo: Supongamos que tu empresa extranjera contrata a un equipo en España para desarrollar una aplicación de salud que manejará datos de pacientes. Sin una cláusula de protección de datos, podrías incumplir la ley europea si el desarrollador no gestiona esos datos correctamente. Un buen contrato debería obligarle a seguir los estándares de seguridad, confidencialidad estricta e incluso a notificarte cualquier incidente de seguridad. También debería dejar claro que los datos de pacientes son propiedad de tu empresa o de tus clientes, y que el desarrollador no podrá usarlos para ningún otro fin.
En resumen, la confidencialidad garantiza que la información sensible de tu negocio y de tus clientes esté a salvo durante y después del desarrollo.
Este tipo de cláusulas construyen un entorno de confianza con el proveedor y refuerzan la seguridad jurídica del acuerdo, al tiempo que te protegen frente a fugas de información y responsabilidades legales en materia de datos personales.
Plazos de entrega, hitos y penalizaciones por incumplimiento
Cumplir con los plazos acordados es crucial en cualquier proyecto de software.
Para proteger a tu empresa, el contrato debe fijar plazos de entrega realistas y detallados, y también prever consecuencias si esos plazos no se respetan.
Establece un cronograma por fases o hitos: por ejemplo, entrega de un módulo X al mes 2, versión de pruebas al mes 4, entrega final al mes 6.
Vincula a cada hito un entregable concreto (un informe de avance, un prototipo funcional, etc.) de forma que puedas verificar el progreso.
Como recomienda la práctica, conviene marcar hitos con entregas parcialesy reportes que certifiquen el cumplimiento de tareas en cada etapa.
Esto le da a tu empresa visibilidad continua y confianza en que el proyecto avanza según lo pactado.
Ahora bien, ¿qué pasa si el desarrollador incurre en retrasos injustificados?
Para eso sirven las cláusulas de penalización.
Cláusulas de penalización en el contrato de desarrollo de software
Puedes pactar penalizaciones económicas por cada semana de retraso más allá de la fecha de entrega acordada, o un descuento sobre el precio final si no se cumplen ciertos hitos en plazo.
Por ejemplo, un 5% menos del pago por cada semana de retraso, hasta un tope, o una suma fija por día de demora.
Estas penalizaciones incentivan al proveedor a cumplir el calendario acordado.
Debes especificar que los retrasos injustificados activan la penalización, excluyendo causas de fuerza mayor o demoras atribuibles a tu propia empresa (por ejemplo, si el cliente no proporcionó a tiempo información necesaria, el desarrollador no debería ser penalizado).
Además de las multas por retraso, contempla el derecho a resolver el contrato si el incumplimiento de plazos es grave (por ejemplo, más de X semanas de retraso en un hito crítico).
De esta forma, si el proyecto se descarrila, tu empresa puede cancelar el contrato y quizás reclamar daños, en lugar de quedar indefinidamente atada a un proveedor incumplidor.
Otra herramienta es retener un porcentaje del pago hasta la entrega final.
En muchos contratos de desarrollo se estructura el pago por hitos, dejando un último pago (por ejemplo, 10-20%) condicionado a la aceptación satisfactoria del software completo.
Este aplazamiento de pago funciona como garantía de que el proveedor finalice el trabajo correctamente.
Tu empresa no abonará el total hasta verificar que el software entregado cumple con lo pactado, presionando así para la culminación exitosa del proyecto.
En resumen, documenta un plan temporal detallado y qué sucede si no se cumple.
Esto brinda certeza a tu empresa de que hay remedios si el proyecto se atrasa o estanca.
Un calendario sin consecuencias es solo una declaración de intenciones; por el contrario, un calendario con penalizaciones y derechos de resolución se convierte en una herramienta legal para mantener el proyecto en rumbo o mitigar pérdidas por demoras.

Garantías de calidad, responsabilidades y seguridad jurídica
Para blindar la seguridad jurídica de tu empresa, el contrato debe incluir cláusulas de garantía y responsabilidad que definan claramente las obligaciones de cada parte y los límites ante posibles fallos.
Cláusulas de garantía y responsabilidad
Estos acuerdos actúan como salvavidas legales en caso de que algo no salga según lo planeado.
Cláusula de garantía
En primer lugar, es aconsejable pactar una garantía de calidad o funcionamiento del software por parte del desarrollador.
Esto significa que el proveedor asegura que el software entregado cumplirá con las especificaciones acordadas y estará libre de defectos graves.
Suele establecerse un período de garantía (por ejemplo, 3 a 6 meses tras la entrega) durante el cual, si aparecen errores (bugs) o fallos no detectados en las pruebas, el desarrollador se compromete a corregirlos sin coste adicional.
De hecho, muchas empresas ofrecen un periodo de soporte post-entrega donde solucionan incidencias de forma gratuita.
Esta garantía protege a tu empresa de tener que asumir costes inmediatos por un producto defectuoso.
Cláusula de originalidad
También es fundamental incluir una garantía de originalidad y de no infracción.
El desarrollador debe declarar que el software es original o que posee las licencias necesarias de cualquier componente utilizado, y que entregar el software a tu empresa no violará derechos de propiedad intelectual de terceros.
En caso de incumplir esto, el proveedor debería indemnizar a tu empresa por cualquier daño o costo (por ejemplo, si un tercero demanda por plagio o uso no autorizado de código, el desarrollador asumirá la defensa y los costos).
Esta cláusula de indemnidad por infracción de terceros es vital cuando tu empresa va a comercializar el software, ya que te resguarda de litigios inesperados por culpa de componentes que el proveedor incluyó indebidamente.
Responsabilidad por incumplimiento
En cuanto a la responsabilidad por incumplimiento, fija con claridad las obligaciones de cada parte.
La responsabilidad principal del desarrollador es entregar el software conforme a lo pactado, y la del cliente (tu empresa) pagar el precio convenido y colaborar proporcionando información o recursos necesarios en plazo.
Define qué remedios habrá ante un incumplimiento: por ejemplo, si el software no cumple especificaciones, el desarrollador deberá subsanar los defectos a su costa; si el cliente no paga, el proveedor puede suspender la entrega, etc.
Limitación de responsabilidad
Asimismo, considera incluir una cláusula de limitación de responsabilidad: es común que los proveedores quieran limitar su responsabilidad máxima al importe del contrato o excluir daños indirectos (como lucro cesante).
Sin embargo, desde la perspectiva de tu empresa, debes asegurarte de que tal limitación no te deje sin protección efectiva.
Negocia que ciertas responsabilidades no queden exoneradas: por ejemplo, que no haya límite en caso de dolo o negligencia grave, o por violación de confidencialidad o propiedad intelectual.
Un equilibrio razonable podría ser aceptar un límite de responsabilidad por daños ordinarios, pero con excepciones donde la empresa pueda reclamar todo el perjuicio si la otra parte actuó de mala fe o causó un daño especialmente grave.
Otra cláusula que refuerza la seguridad jurídica es la de fuerza mayor, que libera a las partes de responsabilidad por incumplimientos debidos a eventos fuera de su control (desastres naturales, conflictos bélicos, fallos generalizados de internet, etc.).
Esto evita discusiones sobre quién responde ante circunstancias excepcionales no imputables a ninguna de las partes.
Por último, añade cláusulas de estilo legal que, aunque puedan parecer secundarias, resultan importantes: por ejemplo, divisibilidad del contrato (si alguna cláusula es inválida, el resto sigue vigente), acuerdo completo (que el contrato refleja todo lo acordado, excluyendo acuerdos verbales previos), y modificaciones por escrito (que cualquier cambio al contrato debe documentarse por escrito y ser firmado por ambas partes).
Estas disposiciones refuerzan la certeza legal del acuerdo y evitan lagunas o interpretaciones contradictorias.
En suma, las garantías de calidad y originalidad, junto con la definición de responsabilidades y límites, proporcionan a tu empresa una capa de protección legal.
Si algo sale mal, tendrás bases contractuales firmes para reclamar cumplimiento o compensación. El contrato así se convierte en tu red de seguridad, dando confianza para invertir en el proyecto sabiendo que tus intereses están resguardados jurídicamente.
Resolución de conflictos, ley aplicable y jurisdicción
Aunque nadie inicia un proyecto pensando en peleas legales, un buen contrato debe prever cómo se solucionarán los conflictos si surgen.
Incluir una cláusula de resolución de disputas ofrece certidumbre y puede ahorrar tiempo y dinero a tu empresa en caso de desacuerdo con el desarrollador.
Primero, es útil estipular un procedimiento escalonado de resolución: por ejemplo, negociación amistosa entre las partes durante X días; si falla, mediación opcional; y si no hay acuerdo, acudir a arbitraje o a tribunales.
Establecer un periodo de negociación directa puede permitir arreglar malentendidos sin formalismos.
La mediación es voluntaria pero puede ser una vía rápida y menos costosa de alcanzar un acuerdo con ayuda de un mediador neutral, evitando romper la relación comercial.
En contratos internacionales (como podría ser tu caso, al ser una empresa extranjera trabajando con un proveedor español), a menudo se opta por el arbitraje.
El arbitraje internacional ofrece un foro neutral, con árbitros expertos, y cuyos laudos son ejecutables en muchos países.
Puedes pactar que cualquier disputa derivada del contrato se someterá a arbitraje administrado por una institución reconocida (por ejemplo, la Corte de Arbitraje de la Cámara de Comercio Internacional – ICC) con sede en una ciudad neutral.
La ventaja es que evitas litigios en tribunales nacionales que pudieran ser más lentos o parciales.
Eso sí, el arbitraje tiene costo y normalmente sus decisiones son inapelables.
Si prefieres la vía judicial, entonces deberás elegir la jurisdicción competente y la ley aplicable.
La cláusula de ley aplicable determina qué normativa regirá la interpretación del contrato.
Dado que buscas protegerte en España, suele ser sensato estipular que el contrato se rige por la ley española.
Esto garantiza que conceptos como propiedad intelectual, penalizaciones o responsabilidad se interpretarán conforme al marco legal que conoces (y probablemente con asesoría jurídica local).
Además, si vas a ejecutar el contrato en España o con partes españolas, aplicar la ley española evita potenciales conflictos con normas de orden público locales.
Por su parte, la cláusula de jurisdicción establece qué juzgados o tribunales serán competentes en caso de litigio.
Puedes pactar, por ejemplo, que serán los tribunales de una cierta ciudad en España (Madrid, Barcelona, etc.) o del país del contratante extranjero, dependiendo de la balanza de poder y conveniencia.
Si tu empresa es la clienta y el desarrollo se realizará en España, normalmente querrás que cualquier litigio se dirima ante tribunales españoles, por cercanía a donde se ejecuta el proyecto y porque la ley aplicable será la española.
A veces se opta por una jurisdicción neutral, pero en proyectos locales no suele ser práctico.
En cualquier caso, especificar foro y ley evita incertidumbres y torneos jurídicos (disputas sobre qué ley o país decide) en el momento de una confrontación legal.
No olvides valorar que, si bien España reconocerá casi siempre la ley elegida por las partes en contratos mercantiles internacionales, ciertos asuntos (como derechos morales de autor, por ejemplo) podrían estar regidos imperativamente por la ley española si el desarrollo se realizó aquí.
Por ello, es recomendable asesorarse con un abogado internacional para redactar esta sección y asegurarse de que la elección de ley y jurisdicción cubrirá tus expectativas de enforcement.
En resumen, preparar un mecanismo claro de resolución de conflictos le da a tu empresa una ruta definida para hacer valer sus derechos sin importar lo que suceda.
Ya sea a través de arbitraje internacional o ante los tribunales españoles, dejar por escrito cómo y dónde se resolverán las controversias es otra forma de aportar seguridad jurídica al acuerdo y ahuyentar la incertidumbre.
Conclusión: Protege tu inversión con un contrato a prueba de sorpresas
Un contrato de desarrollo de software bien estructurado es, en definitiva, la armadura legal de tu proyecto tecnológico.
Al abordar con rigor todos los puntos anteriores –desde el alcance claro, la cesión de derechos y licencias, hasta las garantías y mecanismos de resolución de conflictos– estarás protegiendo la inversión de tu empresa y evitando sorpresas desagradables en el futuro.
Esto cobra especial relevancia para empresas internacionales operando en España, pues un contrato adaptado a la legislación española garantiza que tu negocio cumpla con los requisitos locales y disfrute de plena seguridad jurídica al lanzar su software al mercado.
Redactar este tipo de contratos con lenguaje claro pero cubriendo todos los aspectos técnicos y legales no es tarea sencilla.
Por ello, es aconsejable contar con el apoyo de asesores legales especializados en derecho tecnológico y contratos de software.
En RRYP Global, despacho internacional con experiencia en propiedad intelectual y contratación tecnológica, podemos ayudarte a elaborar un contrato de desarrollo de software hecho a la medida de tus necesidades, asegurando que cada cláusula proteja tus intereses.
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Tu empresa tecnológica merece operar con seguridad y confianza: un buen contrato es el primer paso para lograrlo.
